jueves, junio 22, 2006

MAURICIO MATABA A SU HIJO TARADO

Y eran casi las tres de la madrugada, cuando Mauricio ahogado en su desesperación tomo una botella llena de tiner, y le roció la cara a el hijo que había engendrado hacia ya 7 años, un rostro lleno de baba y mocos, un rostro diluido en inocencia, pero abastecido de necedad, el cual no cabía en las concepciones de aceptación de Mauricio. Su hijo, de nombre Miguel, había sido la mas grande tragedia en su vida, desde el momento que supo que venia mal el feto, sintió un vacío horrible en el estomago, nunca lo tomó como las clásicas ideas mama falos de que los niños con retraso son ángeles que vienen a cuidarnos, tampoco se refugiaba en la idea de que esos hijos con mirada perdida son una bendición del señor, sino todo lo contrario, detestaba a su retoño, cada vez que tenia la oportunidad de hacerlo sentir menos, lo hacia y gozaba cada vez que podía lastimar a esa criatura de mirada perdida incapaz de mantener la boca cerrada. Intento de todo, cursos para aceptar a los niños con capacidades diferentes, inclusive llego a creer en el mito de esa mierda del Teleton, pero nada ni nadie lo hizo cambiar de opinión acerca de su desgraciado hijo. Marta su esposa fue menos fuerte, y siempre le achacaba el mal genético a Mauricio, que por su culpa, su hijo había nacido tarado o mongol como ella se refería a Miguel, hasta que cierto día, sin mas que decir, lo dejo para nunca volver. Mauricio se quedo sin trabajo, y trato de levantar su economía poniendo un taller de soldadura, al poco tiempo se dio cuenta que estaba en la ruina, y con un hijo aborrecido que mantener. Desde entonces se le veía a este ser desventurado vagar entre los recovecos del alcohol, dañando cada vez su mente, a un punto de intentar quitarse la vida. Ya eran casi las tres de la mañana, cuando Mauricio, tomo un encendedor y ante sus ojos disfrutaba como su hijo era envuelto en llamas, su alarido era espeluznante, no era el de un niño normal, pareciera un demonio consumido por las llamas, era el llanto de un animal sin consciencia. Mauricio aspiraba el olor a carne quemada esparcido en el alrededor, y al contemplar dicha escena, Mauricio reía como un tarado, una y otra vez, hasta quedar dormido, completamente dormido, por primera vez, cerraba los ojos y descansaba.

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